Compañera Vicky,

Hemos comenzado un nuevo año sin ti. Te fuiste hace unos días, con prisas y en sigilo. A sabiendas de que aquí las grandes decisiones se toman en asamblea. No pude despedirme de ti, y aun nos quedaba mucho por hablar. Tu ausencia es extraña, difícil. Por eso te escribo esta carta. Te conocí cuando aún se estaba estrenando el siglo XXI. Me caíste bien desde el primer momento y nunca dejaste de hacerlo. Hemos vivido juntas unos cuantos momentos muy chulos. En el vivero, en el campo y en la cabaña de Paco.

Te avisaremos cuando en el vivero florezcan los almendros, cuando broten las hojas de las yemas de los fresnos, los almeces, los olmos y la nogala. Cuando florezcan las jaras y el gordolobo. Cuando el rojo del rusco anuncie el otoño. Escardaremos los tiestos y los briks, como hiciste tú tantas veces. Te contaremos los riegos de verano. Te comunicaré cuando consiga otra buena colaboración para el boletín, que nos deleite con un buen texto del que aprender.

Aprovecho para contarte que el romero sigue florecido. También el madroño tiene flores.

Como tú, intentaré que mi huella en el planeta sea menor cada día. Y que, al menos en mi entorno más cercano, mi granito de arena vaya sumando por un mundo mejor. Agradecerte que siempre creíste en mí, que siempre tuve tu apoyo.

Te fuiste en un año de pandemia, pero no por ella. Rebelde hasta el final. Hasta siempre. Mejor dicho, hasta la próxima carta.

Merce